Por Eva López Álvarez
Fotos E.L.A.
A 1.100 kilómetros al sur de Santiago de Chile, en la región de Los Lagos, se encuentra la también conocida como Nueva Galicia. Es un archipiélago en el que el mar se asoma por todas partes y no solo él: las historias de brujas, personajes legendarios, espacios con un magnetismo especial… hacen de Chiloé un reducto natural lleno de autenticidad y belleza.
Región de Los Lagos
Puerta de entrada a la Patagonia chilena, la región de Los Lagos (región X de Chile) alberga tradiciones y costumbres que hacen de este lugar uno de los destinos con más misticismo del planeta. Chiloé es en realidad un archipiélago formado por 40 islas entre las que la Isla Grande aglutina la infraestructura turística.
Cuatro veces por semana está conectada en vuelo directo con Santiago en trayectos de dos horas. Otra opción es volar a Puerto Montt (a una hora y media) y realizar por carretera el recorrido de tres horas y media que conduce hasta Chiloé. Incluye el transbordo en ferry −40 minutos−, ya que la Isla Grande no está unida, al menos por el momento, al continente americano.
En una región donde la lluvia se asoma frecuentemente a los programas −llueve 225 días al año−, junio y julio son precisamente los meses con más posibilidades de chubasco. Afortunadamente el clima cambia rápidamente y el sol compite con las brumas en lo que pareciese un intento por iluminar un destino que invita a sentarse junto al fuego a escuchar historias, supersticiosas o no, llenas de fundamento para la gente local.
Castro
Es la capital, en el centro de la Isla Grande, que cuenta 200 kilómetros de largo. Fundada en el siglo XVI, es la tercera ciudad más antigua de Chile. Ubicada entre el estuario del río Gamboa y el estero de Tentén, es famosa principalmente por los palafitos o casas sobre pilares antiguamente utilizadas por pescadores. Eran sus viviendas y estacionaban las barcas bajo la casa. Vendían el pescado en el lado que da a la calle y que, además de entrada, sirve como sujeción del edificio a la tierra firme ya que prácticamente toda la superficie de habitación se encuentra sobre los pilares.
Los palafitos del sector de Gamboa son los más fotografiados. Sobre ellos se encuentra el hotel Enjoy Chiloé, de cinco estrellas, que abrió sus puertas en 2013. Cuenta con 40 habitaciones a las que acceder directamente desde el ascensor, para el resto hay que caminar en este alargado establecimiento que corona un acantilado. En total son 72. Las 36 que ofrecen vista sobre el océano y Castro son especialmente bonitas. Poseen las mismas panorámicas de la terraza, que puede albergar hasta 300 invitados en cóctel. El hotel también tiene discoteca y sala de cine o auditorio de 49 asientos, cuatro salones para reuniones
de máximo 350 delegados, gimnasio y el que puede ser el mejor spa del destino.
De reciente construcción, el Hotel Veliche hace referencia a la manera de comunicarse propia de Chiloé. Cuenta con diez habitaciones para un máximo de 25 huéspedes, además de una sala para eventos de hasta 50 personas. En el restaurante panorámico de 30 cubiertos se cocinan productos locales y de temporada.
Ya está siendo construido el que será el mayor hotel del destino, con 169 habitaciones. El Diego de Almagro aún no tiene fecha de apertura fijada pero sí se sabe que contará con espacios para eventos corporativos.
Algunos palafitos albergan restaurantes. Es el caso de La cevichería, en el sector de Lillo. Simula la proa de un barco que sirve de terraza y se utiliza para eventos de hasta 50 invitados.
Una historia particular
La historia de Chiloé es particular dentro de la de Chile, ya que se resistió durante años a dejar de ser el último reducto español en el país. De hecho se declaró su independencia seis años después a la del resto de territorios que hoy componen el país andino. En aquellos años de particular transición se instauró un gobierno llamado la Recta Provincia que según los locales aún se mantiene. El secretismo que rodea a su existencia es similar al que se percibe cuando se habla sobre brujas.
Los grupos en incentivo pueden deleitarse con relatos de auténticas protagonistas del imaginario popular como Doris Millán, que en las afueras de Castro ofrece la que fue su casa, hoy una suerte de establo con suelo de tierra y techo de madera, para compartir sus experiencias en relación a los seres que habitan los bosques de Chiloé.
Sus explicaciones en torno al fuego trasladan a un universo de vivencias familiares en el que es difícil distinguir lo real y lo supersticioso, lo novelado y lo sucedido… ¿o todo es real?
Los grupos en incentivo pueden deleitarse con relatos de auténticas protagonistas del imaginario popular como Doris Millán, que en las afueras de Castro ofrece la que fue su casa, hoy una suerte de establo con suelo de tierra y techo de madera, para compartir sus experiencias en relación a los seres que habitan los bosques de Chiloé.
Sus explicaciones en torno al fuego trasladan a un universo de vivencias familiares en el que es difícil distinguir lo real y lo supersticioso, lo novelado y lo sucedido… ¿o todo es real?
Iglesias de Chiloé
Son auténticas joyas de madera construidas por los artesanos locales. Entre las más de 100 que se cuentan en el archipiélago 16 han sido reconocidas como Patrimonio de la Humanidad.
La iglesia de Nuestra Señora de Gracia en el sector de Nercón, en Castro, figura entre las más bonitas. Erigida en 1879 es ejemplo claro de recinto eclesiástico pintoresco, con su templo construido en madera local −alerce, ciprés, roble y pino− y junto al colorido cementerio. Como todas las iglesias del archipiélago, se levanta sobre vastas piedras y cuenta con una nave central abovedada con forma de barco invertido.
En esta pequeña joya no falta ninguno de los detalles que caracterizan a las iglesias de Chiloé, como la ausencia de clavos: los llamados tarugos sirven para consolidar la estructura sin que haya ningún elemento de carpintería metálica. La iglesia de San Francisco de Castro, inconfundible con su color amarillo, también es Patrimonio de la Humanidad.
Quinchao es la segunda isla más grande del archipiélago. Se accede tras cinco minutos de ferry desde Dalcahue, otro pueblo pintoresco conocido además por su mercado artesanal, en el que solo se permite la venta de productos locales. Los domingos está especialmente animado con la llegada de comerciantes procedentes de otras islas: prendas de lana, licores, piezas de cestería… llenan de colores naturales este claro ejemplo de la vida local más auténtica.
Quinchao es, además de una isla, un bonito pueblo al que llegan los ferries que conectan con otras islas y desde el que admirar en los días más despejados el horizonte de un océano que culmina en la cordillera de los Andes.
También forma parte de las visitas ineludibles por la iglesia Santa María de Loreto de Achao, la más antigua de Chiloé. Construida en 1730 por los jesuitas, fue remodelada por los franciscanos en 1876. Es la más valiosa del lugar, no solo por su antigüedad sino por la rica ornamentación del interior con motivos barrocos.
Tenaún
La visita de la iglesia de Tenaún, a 54 kilómetros de Castro, tampoco puede faltar en ningún programa. A pesar de los imperativos de la UNESCO al haber sido reconocida como Patrimonio de la Humanidad, solo está abierta en temporada alta. Junto a ella los grupos pueden vivir otra de las experiencias únicas que ofrece Chiloé: la degustación del curanto.
Más que un plato es una forma de cocinar heredada de los pueblos nómadas: en un hoyo cavado en la tierra se calientan las piedras que después servirán de fogón para mariscos, carnes, algunas de las más de 200 variedades de patata que se producen en Chiloé, embutidos… todo ello directamente depositado sobre los minerales y cubierto con grandes hojas de nalca. Se deja cocinar durante una hora. El resultado es sorprendente y delicioso.
Precisamente preparar el curanto es una de las opciones en las que pueden participar los miembros de un grupo de incentivo: mientras unos pescan, otros preparan las patatas, otros los diferentes mariscos… en grupos de hasta 50 personas. Eso proponen los dueños de Hospedaje Mireia, junto a la iglesia de Tenaún. Como alternativa al curanto se ofrecen otras especialidades locales como el cordero a la estaca, la otra gran receta chilota.
Desde este hospedaje con espacio para experiencias gastronómicas en grupo se puede organizar la salida de 45 minutos de navegación por el Mar Interior hasta la isla Mechuque, conocida por sus bonitos palafitos y otros espacios donde organizar comidas a base de curanto.
Península de Rilán
A 25 kilómetros de Castro en la Isla Grande, es la zona más exclusiva del destino y ha sido reconocida como territorio SIPAM por la conservación de Sistemas Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial. Aquí se encuentran interesantes propuestas de agroturismo para programas de incentivos que incluyan la observación de aves, el deleite en un spa al aire libre y las experiencias al ritmo que la naturaleza impone.
La bahía Pullao es uno de los mejores lugares para observar aves. En otoño los flamencos acuden a esta zona y pueden ser admirados durante una salida en kayak o desde el Refugio Pullao. Ofrece desde 2015 seis habitaciones en las que las pantallas de televisión han sido reemplazadas por los ventanales que dan a la bahía. Los propietarios son especialistas en la observación de las diferentes aves que pueblan el lugar según el momento del año y también proponen descubrir la zona en paseos a caballo.
En la misma zona se encuentra otro de los mejores hoteles para incentivos de Chiloé: en la entrada de la península, Quilquico es un complejo de 21 cabañas y habitaciones de hotel, además de un espacio tradicional para que los grupos puedan disfrutar del curanto o cualquier otro tipo de asado.
En realidad simula con gusto un pueblo típicamente chilota e incluye un salón para eventos de hasta 50 invitados. En los alrededores se organizan salidas en canoa y cabalgatas. El spa exterior en piscinas de madera al estilo tradicional es otro de los grandes atractivos del recinto.
La naturaleza es el marco de cualquier programa de incentivo en el archipiélago de Chiloé, que ofrece incluso sus islas como venue. Isla Aucar, a una hora por carretera al norte de Castro, está comunicada por una pasarela de madera y ya ha sido sede de eventos al aire libre. El espacio, rodeado de mar, cuenta con el cementerio, la pequeña iglesia y un pequeño jardín botánico como elementos decorativos propios.
Destino sostenible
Chiloé quiere entrar en el mapa de los destinos de incentivo ofreciendo algo que forma parte de su esencia y que otros lugares deben generar: la sostenibilidad.
Los distintos reconocimientos internacionales respaldan unas costumbres locales acordes a lo que el planeta podría esperar de su población. Y no solo en cuanto a consumo: también en cuanto a costumbres sociales ligadas a la solidaridad y el cooperativismo.
Disfrutar del archipiélago de Chiloé es simple y fácil. Y en esa simpleza radica su belleza.
Mi Chiloé
José Salas
Administrador de Siempre Verde Turismo
¿Por qué ir a Chiloé?
El aislamiento del resto del país hasta hace algunas décadas propició el desarrollo de una cultura particular que se manifiesta en la gastronomía, lenguaje, música, artesanía, agricultura… y casi toda la cotidianeidad que se puede vivir aquí.
Mi lugar favorito
El Sendero Bosquepiedra, reserva privada de bosque nativo, y Refugio Pullao, hotel y centro de observación de aves en el humedal de Pullao.
Mi actividad favorita
La observación de aves y la navegación en Queilen.
Los grupos no se pueden ir de Aysén sin:
– Probar un curanto al hoyo.
– Navegar en el Mar Interior de Chiloé.
– Caminar en el bosque templado.
Datos de interés
– Moneda: Peso chileno (CLP)
– Huso horario: GMT – 4
– Tipo de enchufe: Clavijas tipo C/L – Voltaje común 220 V
– Aeropuerto más cercano: Mocopulli (MHC)
– Más información: CHILOÉ CONVENTION BUREAU
Felipe Arancibia Torres – Gerente
contacto@chiloecb.cl
+569 90950024
www.chiloecb.cl
Minga para todo
La minga es cualquier actividad basada en el trabajo comunitario, de hecho hasta el curanto puede ser ejemplo de ello si surge de una iniciativa que aúne el esfuerzo de varias personas. Sin embargo, las mingas tradicionales nacieron el siglo pasado para tareas difíciles de asumir por una sola familia, del tipo de la recolección agrícola o la construcción de un edificio.
La tradición marca que cuando alguien no está capacitado para desempeñar la tarea que se ha propuesto “suplica” la ayuda a vecinos y conocidos a cambio de una recompensa, que puede ser parte de la cosecha o el disfrute de un buen curanto. Hasta las casas de los mismos habitantes han sido desplazadas mediante mingas que terminan en fiesta. Primero se trabaja, instalando troncos que permiten hacer rodar la estructura llevada por bueyes. Algunas casas han sido incluso trasladadas de una isla a otra en balsas.
Tras la misión cumplida comienza la fiesta, con música local y la mejor gastronomía isleña. Si bien ya no se organizan tantas mingas como antaño, como marco simulado para un team building es difícilmente mejorable.