El país más pequeño de Centroamérica es una opción de primer orden para los clientes de incentivos ávidos de propuestas menos manidas. Además de las negras playas del Pacífico y la frescura de una jungla virgen a dos pasos de la capital, flores y café salpican cualquier camino. La hospitalidad del salvadoreño hace que todo parezca aún más cercano.