PEKÍN

La capital de China ofrece un paseo por las tradiciones más antiguas y la agresividad más actual, en un país -dos sistemas- que pretende comerse el mundo desde una interpretación del capitalismo que genera interesantes debates. Pekín es un hormiguero de gente, de exóticas situaciones, de postales... que garantiza que nadie regrese indiferente. Y ése es su mayor atractivo.

AYER Y HOY

Por Eva López Alvarez
Fotos E. L. A.

China es un país sumamente exótico y la capital reúne todos los ingredientes para demostrarlo. Programarlo como sede de una convención o incentivo no puede sino ser un aliciente para quien participe. Quien no lo haya visitado antes y espere encontrar un destino repleto de simbología comunista como Rusia, se equivoca. Quien crea que el afán de la población china por pasar horas en los centros comerciales extranjeros proviene de la ausencia de determinadas marcas en su país, tiene una visión errónea del destino. Quien espere encontrarse en un lugar en el que se perciben leyes marciales que transmiten al visitante ausencia de libertad, nada más lejos de la realidad.

Y es que muchos estereotipos que existen sobre China desaparecen nada más aterrizar en el país. El nuevo Aeropuerto Internacional Beijing Daxing, inaugurado el pasado mes de septiembre, se sitúa a 46 kilómetros de la ciudad y está conectado con el centro por una nueva línea de metro y tren de alta velocidad. China Eastern, China Southern, KLM y Delta han sido las primeras compañías de SkyTeam en mudarse a las nuevas instalaciones.

Con un vanguardista diseño de la fallecida Zaha Hadid, alcanzará en 2025 una capacidad de 72 millones de pasajeros anuales. Será un paso previo a los flujos de hasta 100 millones de viajeros que se esperan en 2040. El Aeropuerto Pekín-Capital, a 30 kilómetros de la ciudad, sigue funcionando y cuenta con conexión en trayectos de 30 minutos con el nuevo aeródromo. De momento ha sido confirmado que las aerolíneas de Star Alliance mantendrán sus operaciones en esta plataforma.

Destino más que seguro
Aunque el visitante no sienta el férreo control a las personas -siempre y cuando no intente utilizar su smartphone como en España o Latinoamérica-, la vigilancia es constante y omnipresente. Las cámaras se perciben por doquier y no solo en la calle, también en los hoteles -no hay dentro de las habitaciones pero sí en los ascensores-. Si de media en Europa un hotel cuenta con un máximo de 50 cámaras, la media en China puede superar las 300. Actualmente se está tramitando una ley que obligará a instalar aquéllas proporcionadas directamente por el Gobierno.

El acceso a las redes sociales occidentales está restringido, en beneficio de las aceptadas por las autoridades chinas como Wechat, que no solo sirve para comunicar sino para realizar pagos. La policía está muy presente, tanto uniformada como vestida de calle. Los controles aleatorios que obligan a demostrar la abstinencia en cuanto al consumo de drogas se están generalizando.

Sin embargo, y a pesar de la intensa vigilancia que las autoridades ejercen tanto sobre los habitantes como sobre los extranjeros, los viajeros pueden desplazarse libremente sin percibir sensación de control. La bulliciosa población local, la falta de protocolos en muchas situaciones y la ausencia de cánones educativos establecidos en Occidente generan más la sensación de que Pekín es hasta cierto punto una ciudad caótica, cuando en realidad nada escapa al control.

Centro de Pekín
Es imposible resumir en unas líneas una historia milenaria como la de China. Sin embargo, uno de los grandes atractivos de Pekín es que permite recorrer gran parte de su
historia en un solo día, con solo visitar algunos de sus monumentos más emblemáticos. También asistiendo a espectáculos en los que se reproducen las mismas manifestaciones artísticas que entretenían a emperadores y nobles hace 1.500 años.

La Ciudad Prohibida nació en el siglo X como corazón de una suerte de “caja china” urbana que escondía en su centro geográfico la residencia de los gobernantes supremos, ligados al Mandato Celeste. Enclaustrados en este inmenso recinto, la ciudad se extendía en torno a ellos con las residencias de la nobleza como cinturón más cercano, quedando en las afueras las residencias de las clases más bajas.

Hoy la visita de la Ciudad Prohibida no puede faltar en ningún programa, si bien es mejor hacerse previamente a la idea de que será compartida con la gran cantidad de turistas nacionales que acceden cada día. Los modales del público chino no corresponden a los estándares del mundo occidental y durante este recorrido es fácil comprobarlo.

No se puede acceder al interior de los templos y la gente se amotina ante sus puertas abiertas con la intención de hacer fotos del interior. Cabezas, paraguas abiertos y codazos forman parte de la imagen. El respeto a las filas tampoco es algo que el habitante chino haya integrado.

Al sur se extiende la amplísima Plaza de Tiananmén, con el famoso retrato de Mao Tse-Tung que corona la entrada a la Ciudad Prohibida flanqueado por los lemas “Larga vida a la República Popular China” y “Larga vida a la unión de los pueblos del mundo”. En el centro de la plaza se encuentra el mausoleo con sus restos, ante el que esperan cada mañana cientos de locales deseosos de rendirle tributo.

A los lados de la plaza, dos inmensos edificios de estilo estalinista albergan el Palacio de la Asamblea del Pueblo -se puede visitar durante las mañanas si no hay sesiones programadas- y el Museo Nacional de China, rindiendo homenaje al esplendor local y cumpliendo su labor como institución ante todo destinada a garantizar una educación patriótica.

Hacia el sur
Al sur de la plaza y la puerta Qianmen se encuentra una de las calles comerciales con más encanto de China: Dazhalan alberga desde el cine y la farmacia más antiguos de Pekín a pequeñas galerías comerciales donde no parece caber un producto más, además de numerosos restaurantes ofreciendo el famoso pato laqueado, receta típicamente pequinesa. El ambiente es especialmente agradable por la noche, cuando los farolillos rojos ondulan con la brisa. En esta emblemática calle que no ha perdido en autenticidad el local come, se corta el pelo, compra desde caligrafías a ropa… y escupe.

En esta área, el  hotel The Emperor Beijing Qianmen cuenta con 65 habitaciones y se ofrece para incentivos que busquen una inmersión total en la cultura local. Escondido dentro de un hutong, o barrio tradicional, cuenta con una bonita azotea para eventos rodeados por los tejados de la ciudad y con vistas a la Ciudad Prohibida.

En el sur de Pekín, el recinto del Templo del Cielo es otra de las visitas ineludibles. Construido en 1420 y reconocido como Patrimonio de la Humanidad en 1998, fue utilizado por los emperadores de las dinastías Ming y Qing. Aquí rendían cuentas de su gestión al Mandato Celeste, durante una pomposa ceremonia que partía de la Ciudad Prohibida.

El ritual era considerado de tal importancia que se vaciaba de gente el camino para evitar cualquier impureza durante el proceso de comunicación entre el emperador y el cielo.

La muralla que rodea las 273 hectáreas del complejo es semicircular al norte y recta al sur, representando la cosmovisión del momento de su construcción, cuando se concebía el cielo redondo y la tierra cuadrada.

Vestigios milenarios
El origen de la capital como centro neurálgico del antiguo Imperio del Centro se remonta al siglo XII, si bien los continuos saqueos e invasiones fueron destruyendo una ciudad que hoy cuenta como vestigios más recientes con algunas construcciones que datan del siglo XV.

Se superponen a ruinas milenarias como en el caso de las Torres de la Campana y el Tambor, construidas bajo el mandato de Gengis Kan y reconstruidas hace 600 años. Al norte de la Ciudad Prohibida, son dos torres contrapuestas, muy distintas entre sí.

La del Tambor es la más coqueta y ofrece bonitas vistas de la ciudad y la Colina del Carbón, que precede a la Ciudad Prohibida. En lo alto de sus 69 empinados escalones, siete veces al día se reproducen durante diez minutos las sesiones de percusión que cada dos horas servían para indicar las doce franjas horarias que dividían el día y correspondían al horóscopo chino.

La Colina de Carbón era la extensión hacia el norte de la Ciudad Prohibida pero hoy ya no forma parte de ella. Como la mayoría de recintos imperiales en Pekín, sigue los principios de la geomancia basados en una simetría que se suponía protegía a la ciudad de los malos espíritus procedentes del norte.

Todo el norte de la Plaza de Tiananmén esconde numerosos hutongs que han sobrevivido al furor urbanístico vivido en el centro de Pekín en la última década. El gris de las minúsculas viviendas se ve interrumpido por los colores de la ropa secando al aire, las motos pintadas con estridentes colores y la vestimenta, totalmente alejada de las casacas azules maoístas que a día de hoy visten los locales. También por la decoración de algunos de los suntuosos templos que se esconden entre sus calles.

Al este de la Plaza de Tiananmén, dentro del área comercial de Xidan, el hotel Pan Pacific Beijing, de cinco estrellas, cuenta con 220 habitaciones y una de las mejores azoteas de la ciudad: en el Amber Lounge del piso 18 hasta cien personas pueden disfrutar de un cóctel con vistas. Para sesiones profesionales se ofrecen doce salas con capacidad para 320 delegados en teatro en la mayor.

Más al sur, el JW Marriott Beijing Central incluye 394 habitaciones y tres restaurantes (cocina china, italiana e internacional), gimnasio abierto 24 horas y piscina interior. Entre los 11 salones que ofrece para eventos el mayor puede albergar 800 delegados en teatro.

Noroeste de Pekín
El Palacio de Verano es el principal atractivo de esta zona de ciudad. Es un inmenso parque inspirado en los jardines del sur de China donde hasta 50 personas pueden pasear en barco por el lago Kunming y entre los altos lotos. Otra opción es pasear bajo la sombra de  árboles milenarios.

El gran recinto alberga palacios, bonitas galerías cubiertas… siendo el templo dedicado a la Alegría y la Longevidad el más llamativo, con magníficas vistas del lugar. Aunque debió ser reconstruido tras ser arrasado en una de las Guerras del Opio que enfrentaron a China con Francia e Inglaterra, todas las construcciones reproducen fielmente la que servía varios meses al año de residencia a la emperatriz. Se mantiene hasta la curiosa calle comercial donde verdaderos vendedores simulaban ante los miembros de la familia imperial que éstos podían comprar como cualquier habitante.

Dongchen
En el distrito de Dongchen, al noreste de la ciudad, se encuentra el Templo de los Lamas, segundo en importancia para la religión budista tras el del Gran Tíbet en Lhasa. En realidad se trata de una sucesión de templos, ganando cada uno en suntuosidad hasta llegar al que alberga un inmenso buda de 26 metros de alto y ocho de diámetro.

Los parques también interrumpen el gris de la arquitectura clásica pequinesa. En esta misma zona de la ciudad, el Parque Beihai era uno de los preferidos de Marco Polo, siendo también considerado el jardín privado de la viuda de Mao. Abierto al público desde 1976, no solo alberga bonitos jardines y templos, además del gran estanque en el que navegar plácidamente con las barcas a pedales, homenaje al universo kitch: también es el lugar ideal para entrar en contacto con la vida local. Son numerosos los grupos que a partir de las 6 de la mañana hacen tai chi o yoga. Llegada la tarde bailan al ritmo de música de todo tipo. También juegan al ajedrez y las cartas.

Distrito diplomático
En el noreste de Pekín se ubica: en el distrito diplomático numerosas embajadas comparten espacio con las sedes de muchas entidades europeas con intereses en China. A 20 minutos por carretera del ahora antiguo Aeropuerto Internacional, el Kempinski Hotel Beijing Lufthansa Center forma parte de un complejo que es en realidad una pequeña ciudad dentro de la gran urbe.

Primer establecimiento de la marca en Asia, abrió sus puertas en 1992 y fue completamente renovado este año. Cuenta con 480 habitaciones y ocho restaurantes, además de diez salas de reunión, la mayoría con luz natural, y capacidad para 1.200 personas en teatro en la mayor. A ellas se suman las dos pequeñas salas del amplio Executive Lounge al que tienen acceso las habitaciones ubicadas entre los pisos 12 y 16.

Un bonito jardín interior se puede utilizar para búsquedas del tesoro durante una actividad de teambuilding. El recientemente renovado espacio verde junto a la cervecería Paulaner, con producción propia, se utiliza para barbacoas y cócteles de hasta 800 invitados.

La piscina panorámica del piso 18 ejerce de corona. Completan las instalaciones un amplio gimnasio, dos pistas de squash y un simulador de golf. El centro comercial anexo integra una parada de metro. En el vecino Chaoyang Park se pueden organizar salidas en kayak.

Desde el pasado mes de septiembre, los alrededores han sido mejorados con las obras realizadas en la ribera del canal que limita la propiedad, hoy un bonito parque muy frecuentado por los runners. En las cercanías también se encuentra Salintun, la nueva zona comercial y de restauración de moda en Pekín. De nuevo, numerosas marcas internacionales compiten en visibilidad ante un público ávido por consumir.

También próximo al Kempinski, atravesando Lucky Street -referencia local en cuanto a gastronomía por su sucesión de restaurantes y todo tipo de cocinas-, Bank Blue es un restaurante grill con jazz en vivo que ameniza muchas veladas junto al canal, con buen tiempo organizadas en la azotea.

Gran Muralla China
No puede faltar en ningún programa. Parece increíble pero es cierto: se empezó a construir 200 años antes de Jesucristo. Mutianyu es el tramo más fotogénico, situado a una hora y media del noreste de la capital. Es posible ascender en teleférico hasta la puerta 14, desde la que recorrer durante una hora y media a pie la muralla hasta la puerta 20, o tomar una telesilla hasta la puerta 6, con recorridos que rondan los 45 minutos caminando hasta la puerta 1 desde la que descender en tobogán.

Los desniveles son muy pronunciados, debido a la dureza ligada a los altos niveles de contaminación y humedad según la época del año, por lo que cualquier previsión de tiempo se puede doblar.

El sector de la muralla más cercano a Pekín, a una hora al noreste de la ciudad, es el de Badaling. Por ser el más próximo, y con el acceso más fácil, también es el más visitado y la afluencia puede en ocasiones dificultar la visita.

Un país en constante cambio
Dicen los locales que cada año Pekín cambia. Y es que desde la apertura económica dictada por el gobierno chino en los pasados años 90 la identidad de la capital china avanza hacia un sistema hoy por hoy basado en el fomento del consumo local tras años incentivando la exportación de productos de todo tipo.

Con 1.400 millones de habitantes, aún la mayoría en el campo, y un éxodo hacia las ciudades que parece acentuarse cada día, sin duda la fisonomía de Pekín se seguirá transformando.

Destino poco accesible
No solamente el idioma, con muy pocos locales que hablen inglés, hace de Pekín un destino difícil de trabajar si no es de la mano de un DMC local. De marzo a mayo y de septiembre a noviembre el destino ofrece mejores precios por lo que es la temporada alta para grupos MICE. Julio y agosto son los meses más calurosos: las altas temperaturas combinadas con los altos niveles de polución hacen que no sea el mejor momento del año para visitar Pekín.

La ausencia de rampas hace que las visitas sean difícilmente accesibles. Las entradas de los templos están siempre precedidas por barreras que superan los 20 centímetros de alto; los lugares con vistas están siempre protegidos por altas escaleras sin posibilidad de salvarlas; la parte superior de la Gran Muralla China en tramos como el de Muntianyu no cuenta con ningún tipo de facilidad para público con dispacidad motriz… Tampoco hay facilidades para discapacidades de otro tipo.

A ello se suman las tradiciones locales, la forma de comunicarse y los protocolos inherentes a la cultura china, muy diferentes a los que se consideran básicos en el universo occidental. No por ello Pekín deja de ser un valor innegable en cuanto a la seguridad que ofrece, la estabilidad económica y la riqueza de su oferta.

En pocos lugares del mundo el pasado se obstina en mantenerse , y lo consigue, frente a un presente que pretende devorarlo y al mismo tiempo parece tratarle con total admiración y respeto.

Información práctica

– Huso horario: GMT +8
– Moneda: Yuán (CNY)
– Tipo de enchufe: Tipo A / C / I
– Código telefónico: +86

Teambuilding en Pekín

Caligrafía china
Junto con la pintura, la poesía y la música, está considerada una de las disciplinas artísticas mayores. Esta escritura es mucho más que un medio para comunicarse. Según la tradición, destreza en la elaboración de signos y calidad humana son equivalentes.

 

Tai chi matinal
En cualquiera de los parques de Pekín es posible organizar una sesión de tai chi, una de las artes marciales más practicadas en China que tiene como objetivo conseguir el control por parte de cada individuo sobre su propia energía.

 

Tesoros de hutong
Los barrios tradicionales de Pekín están repletos de callejuelas que se prestan para una búsqueda del tesoro que puede culminar en uno de los grandes atractivos turísticos aprendiendo a través de pistas y retos sobre la historia que justifica su existencia.

 

Supervivencia
Un bosque de bambús de las afueras de Pekín puede ser el marco para una serie de pruebas de supervivencia en las que recuperar banderas de países imaginarios por conquistar, descubrir sobre la vegetación local y, sobre todo, divertirse.

 

 

¿Filosofía o religión?

Citar proverbios chinos es una actividad de infinitos recursos ya que existen tantos que es imposible que se agoten. Las distintas corrientes de pensamiento e interpretación de la realidad tienen tantas vertientes en China que ni siquiera están catalogadas todas. Y es que en este país es difícil distinguir entre filosofía y religión: son muchas las creencias que defienden un estilo de vida más que una concepción del mundo y la trascendencia de quienes lo habitan.  

Es el caso del confucionismo, una corriente basada en el respeto por el prójimo que, si bien ha llegado a tener desarrollo a nivel político, no puede ser considerada como un movimiento social reivindicativo ni una religión. Lo mismo ocurre con el taoísmo, generador del símbolo ya universal del ying y el yang para identificar la necesaria coexistencia del bien y el mal que define un paso por este mundo en el que predominan los grises por encima de los blancos y los negros.

No es el caso del budismo, religión más extendida en un estado oficialmente laico. Se basa en los cuatro principios, o Cuatro Nobles Verdades, que Buda habría pronunciado en su primer sermón y se resumen en que la vida es un sufrimiento derivado de los deseos y de la ignorancia pero que se puede superar.

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