Por Cristina Cunchillos
Habla la leyenda de dos enamorados que pertenecían a dos tribus guaraníes diferentes: el cacique Tarobá y la bella doncella Naipí. Ella iba a ser sacrificada ante el dios-víbora Mboi, residente en las aguas del río Iguazú. Para evitar tan cruel destino, los amantes intentaron escapar en canoa, pero Mboi, furioso, abrió un agujero en el curso del río por el que cayeron al abismo. Por ese inmenso agujero saltan aún hoy las aguas y allí permanecen Naipí y Tarobá transformados en roca y palmera. Aunque separados por una enorme cortina líquida, en los días de sol el arco iris les une una vez más como prueba de su amor eterno.
Contemplando las impresionantes Cataratas del Iguazú resulta fácil creer en esta historia: verdaderamente es un lugar de leyenda que hechiza a quien lo visita. Por eso es un destino ideal para un incentivo tras un congreso o reunión en Buenos Aires. Y es que esta maravilla natural es fácilmente accesible: Aerolíneas Argentinas ofrece 49 frecuencias semanales entre Iguazú y Buenos Aires, donde la compañía brinda la posibilidad de conectar con sus vuelos internacionales a Madrid, Barcelona, Roma y 19 destinos americanos.
Iguazú significa “agua grande” en la lengua indígena guaraní. Las cataratas hacen honor a ese nombre, extendiéndose a lo largo de 2.700 metros entre Brasil y Argentina. Con 275 saltos de agua, son las de mayor caudal del mundo, y sin duda las más espectaculares.
Lado argentino
El 80% de las cataratas se encuentra en el lado argentino, donde se creó el Parque Nacional Iguazú en 1934. Declarado Patrimonio de la Humanidad, el parque ocupa una superficie de más de 67.000 hectáreas de selva nativa, inmensamente rica en biodiversidad. En un área que apenas ocupa el 1% del país, alberga el 30% del total de especies argentinas, desde el elusivo puma o el yaguareté a 450 tipos de aves incluyendo los coloridos tucanes o los jotes que sobrevuelan las cascadas.
La mejor forma de explorar la magnificencia de las Cataratas del Iguazú es mediante un recorrido a pie por los dos circuitos –superior e inferior– de pasarelas de madera que acercan al visitante a los diferentes saltos de agua. Existen también rutas de senderismo que se adentran en la selva, como el Sendero Verde o el Sendero Macuco. Además, se organizan visitas guiadas para el avistamiento de aves a primera hora de la mañana. En las noches de luna llena se puede disfrutar de un tour especial en un ambiente mágico.
Un servicio regular de trenes ecológicos, que se pueden alquilar en exclusividad para los grupos, conecta los diferentes circuitos y acerca a los visitantes al salto de agua más famoso: la Garganta del Diablo. Desde la estación, una pasarela de 1.100 metros conduce hasta el mismo borde del abismo. Con una caída de 80 metros y 250 metros de anchura, es el salto más grande y caudaloso.
Escuchando el abrumador rugido de las aguas es fácil entender el temor de los guaraníes a este enclave, donde decían que el mismo diablo se escondía. Solamente el vencejo, ave símbolo del parque, osa cruzar la imponente cortina de agua para anidar en las rocas durante la primavera local y lejos de sus posibles depredadores.
Desde el agua
Si la vista desde las pasarelas es impresionante, la verdadera experiencia de las Cataratas del Iguazú se vive desde el agua. Excursiones en lancha llevan a los visitantes hasta los mismos pies del Salto de San Martín, inmortalizado en la película La Misión. Afortunadamente, los viajeros reciben bolsas impermeables especiales para guardar los dispositivos electrónicos ya que la ducha está garantizada.
El paseo en lancha se puede complementar con un safari interpretativo, adentrándose por rincones del parque inaccesibles al público en los que aprender sobre su flora y fauna, incluyendo la observación de especies en peligro de extinción como el palo rosa o el águila arpía.
El hotel Sheraton Iguazú es la única opción de alojamiento dentro del Parque Nacional. Al entrar, los huéspedes tienen la impresión de estar ante una foto panorámica de las tantas que decoran tantos restaurantes… hasta que se dan cuenta de que en realidad se encuentran ante amplios ventanales y las vistas de los saltos de agua son reales.
La misma vista se disfruta desde la mitad de las 176 habitaciones y suites, estando el resto orientado a la selva misionera.
Monos caí y coatís comparten este entorno natural con los huéspedes del hotel. A veces incluso las habitaciones y hasta el minibar, si algún despistado olvida cerrar la puerta del balcón.
El acceso a los senderos no está permitido fuera del horario de apertura del parque, pero los huéspedes del hotel tienen el privilegio de irse a dormir arrullados por el distante sonido del agua y despertar viendo cómo se despeja la bruma sobre la selva.
Selva Iryapú
En las afueras del parque, la Selva Iryapú ofrece otro entorno idílico donde alojarse. Se trata de un proyecto de turismo sostenible en 600 hectáreas de bosque centenario donde habita una etnia guaraní. Parte del espacio se ha destinado al desarrollo de hoteles y ecolodges con un claro compromiso de sostenibilidad.
Entre ellos se encuentra el hotel Mercure Iguazú Hotel Iru o el Iguazú Gran Hotel. El resto pertenece a la comunidad guaraní, que ofrece visitas guiadas a sus poblados con el objetivo de compartir su cultura y tradiciones.
Puerto Iguazú es la principal ciudad de la zona, con 80.000 habitantes y una variada oferta comercial y de ocio, además de numerosos hoteles. En restaurantes como La Rueda se pueden degustar las típicas carnes a la brasa argentinas o especies de pescado locales como el surubí.
Propuestas más inusuales abarcan desde el ambiente helado del Icebar a la estructura de la Casa de las Botellas, hecha de plástico.
Atracciones sostenibles
El Parque Nacional Iguazú es la principal atracción de la provincia argentina de Misiones, pero no la única. Hay otras visitas orientadas a la protección de la naturaleza y cultura locales que no deberían faltar en ningún programa.
El nombre de la provincia deriva de las misiones jesuíticas establecidas en la zona en el siglo XVII para evangelizar a las tribus guaraníes. Las misiones desaparecieron tras la expulsión de los jesuitas, pero las ruinas de San Ignacio, a 150 kilómetros de Puerto Iguazú, son la mejor excusa para aprender sobre este episodio de la historia.
El legado de los religiosos se aprecia también en la artesanía guaraní y los coros infantiles que reciben a los visitantes en aldeas locales. El Biocentro es un jardín botánico con diferentes especies de plantas y aves, un mariposario y un serpentario con 20 especies locales, incluyendo especies venenosas como la yararaca. Su fin es educativo y también científico, ya que allí mismo se realizan estudios de crotoxina, una toxina que podría tener un uso en enfermedades. A su lado, el hotel El Pueblito ofrece un ambiente típico colonial con 26 habitaciones y espacios para eventos.
Otra atracción cercana es La Aripuca, un complejo creado para la preservación de las tradiciones y recursos naturales de la región. Hereda su nombre de la trampa de madera utilizada por los guaraníes para atrapar animales.
El edificio principal es una versión gigante de la misma, construida con madera nativa. Aquí se pueden encontrar artesanías y productos típicos e incluye un salón para eventos en los que se suelen incluir danzas y coros guaraníes. Los visitantes pueden adoptar un árbol y así contribuir a la preservación de la selva misionera en un acto simbólico con mucho de compromiso.
Desde Puerto Iguazú se pueden programar excursiones a las Minas de Wanda, donde se recuperan piedras preciosas del tipo de cuarzo, topacio y amatista, así como cabalgatas por la selva.
Del lado de Brasil
No obstante, la excursión más popular desde Puerto Iguazú tiene como destino Brasil. Si la ribera argentina del río Iguazú ofrece la experiencia más íntima e intensa en las cataratas, al final, la orilla brasileña cuenta con las mejores vistas.
En el Parque Nacional do Iguaçu, una senda de 1.200 metros ofrece diferentes panoramas del conjunto de saltos de agua. Al final, una pasarela acerca a los visitantes a la Garganta del Diablo. Desde esta plataforma en medio del río se divisa una impresionante vista panorámica en 360 grados, aunque conviene no olvidarse el impermeable y protección para las cámaras.
Foz do Iguaçu es una buena base para aquellos que quieran extender su estancia y busquen aventuras más extremas. Desde aquí parten excursiones en helicóptero en las que disfrutar de las cataratas a vista de pájaro. Los más atrevidos pueden optar por saltar en paracaídas. También se puede hacer rafting en los rápidos del río Iguazú, escalada o recorridos en tirolesa por la selva.
Dejando atrás las cataratas, el río Iguazú se une al Paraná en el Hito de las Tres Fronteras, donde se juntan también los tres países: Argentina, Brasil y Paraguay. El mirador del lado argentino es popular entre quienes observan la puesta de sol sobre la selva paranaense y disfrutan del espectáculo de las fuentes bailarinas.
Al anochecer, se divisan las luces de Ciudad del Este en la orilla paraguaya del río Paraná. Esta ciudad también puede formar parte de un programa de excursiones que incluyan compras libres de impuestos, sobre todo en artículos electrónicos.
Buenos Aires, parada obligatoria
Unos 2.000 kilómetros corriente abajo, este mismo río Paraná se convierte en el Río de la Plata que baña la capital del tango.
Cataratas del Iguazú no puede sino mejorar los programas. El Sheraton Buenos Aires Hotel & Convention Center, con sus 19 salones para eventos y 740 habitaciones, es referencia entre los grupos MICE. Su ubicación en el barrio de Retiro es ideal para una exploración de la ciudad que comience por la Casa Rosada y la Plaza de Mayo.
Desde aquí, la calle Defensa se adentra en el barrio de San Telmo, donde encontrar desde antigüedades y artesanías a dulces típicos como los alfajores, con las inevitables demostraciones de tango en la Plaza Dorrego. Cerca del Sheraton, Puerto Madero ocupa la vieja zona portuaria del Río de la Plata: hoy es el barrio más exclusivo de Buenos Aires y alberga numerosos bares y restaurantes.
Sin duda Buenos Aires tiene encanto por doquier y enamora a quien lo visita, pero si el objetivo del viaje es descubrir Iguazú, la competencia entre destinos se vuelve seria. Y es que la magia de este paraíso tropical es difícil de superar.
Mate argentino
Cultivada en la selva de la provincia de Misiones y consumida a diario por miles de porteños –argentinos originarios de Buenos Aires–, la yerba mate es un elemento intrínseco a la cultura argentina. Los misioneros jesuitas adoptaron el cultivo de la yerba mate de los guaraníes, quienes la usaban como bebida que preparaban en infusión, en ceremonias y trueques con otras tribus. Inicialmente recelosos de lo que consideraban una bebida profana, pronto aprendieron a valorar el efecto energizante de la mateína y este oro verde se convirtió en su principal fuente de ingresos.
Tradicionalmente el mate se sirve en el porongo, una especie de calabaza hueca, y se absorbe mediante un tubito metálico llamado localmente “bombilla”. Actualmente se fabrican porongos en cristal y plástico y tanto éstos como las “bombillas” pueden ser auténticas obras de arte, además de un recuerdo original del viaje.
Los grupos pueden recorrer la Ruta de la Yerba Mate en Misiones, visitando centros de producción donde comprender la historia e importancia cultural de esta bebida. Y es que el mate es más que una infusión. Es una bebida que siempre está presente en las reuniones sociales y una experiencia que no puede faltar en un viaje de incentivo.